La gastronomía de La Vega de Saldaña es una cocina que participa de la variedad, calidad y sencillez comunes en toda la región castellano-leonesa.
Su amplia ribera abastecía a buena parte de la comarca de hortalizas y verduras, destacando por sus cebollas (algunos todavía llaman a los saldañeses “cebolleros”) y sobre todo por las apreciadas legumbres, entre las que destacan por su calidad y variedad las alubias blancas y los “fréjoles” (blanca arrocina, redonda, manteca, plancheta, pinta y canela, etc.) Estos productos son la materia prima de multitud de platos como las alubias con chorizo o liebre, las lentejas estofadas, el cocido castellano, las menestras o el pisto, que junto con las tradicionales sopas de ajo constituían con frecuencia los primeros platos durante los fríos meses de otoño e invierno.
Es además una comarca rica en carnes. Su ternera nada tiene que envidiar a la de la cercana Montaña Palentina y dada su proximidad a la Tierra de Campos, puede incluirse dentro de la denominada zona de los asados, por lo que el cordero y el lechazo son uno de los platos fuertes de su gastronomía.
Tradicional es también la matanza del cerdo, de la que se hacían las típicas sopas de mondongo, las morcillas, chorizos y jamones, junto con los lomos y costillares adobados o “de la olla”. Tampoco debe olvidarse la riqueza de su caza, con platos tan interesantes como las perdices y codornices (guisadas o escabechadas) y las liebres (estofadas con alubias) que compiten con las especies de corral (pollos, conejos, palomas y pichones).
Aunque en estas regiones castellanas los pescados nunca han sido un plato muy tradicional, sin embargo en el caso de Saldaña, dada la calidad de las aguas del río Carrión a su paso por la localidad, las truchas han constituido siempre un importante complemento en su gastronomía. A ellas habría que añadir, en especial durante la Cuaresma, el bacalao. Por desgracia, con la extinción del cangrejo de río desapareció uno de los platos más populares de la zona.
Otra serie de guisos completan las comidas más frecuentes: los caracoles, las ensaladas de berros y acederas, las setas, etc. Menús que podemos rematar con una gran variedad de postres, como las “ciegas” y almendrados, las orejuelas y torrijas, el queso de oveja, la miel, las natillas o el arroz con leche, sin que falten, para hacer una buena digestión, los licores caseros de orujo con guindas o endrinas.